mercoledì 12 dicembre 2012



SALUDO A LA VIRGEN DE GUADALUPE

(Basílica de Guadalupe, México 9 de junio 2012)
Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Ministro general, OFM

Señora del Tepeyac, Virgen de Guadalupe: ¡Henos aquí ante tu sagrada tilma!. Somos un grupo de Hermanos Menores provenientes de los cinco continentes, llegados a México para celebrar el IV Capítulo de las Esteras under ten. Ahora, antes de regresar a nuestros lugares de proveniencia sentimos la necesidad de venir a saludarte y a presentarte nuestros gozos, preocupaciones y esperanzas. 


Patrona de México y de las Américas: Tú conoces, ¡oh Virgen hecha Iglesia!, nuestros gozos y alegrías: el gozo de sentirnos amados por un Dios que aún antes de ser concebidos ya nos ha pensado, amado y llamado a la vida; el gozo de sentirnos cortejados por un Dios que puso en nosotros su complacencia y nos llamó a formar parte de la gran familia de los Hermanos Menores; el gozo de sentirnos besados por un Dios
que, en la persona del Hijo, ha besado a la humanidad; el gozo de compartir con los hermanos de la fraternidad local, provincial y universal una misma vocación y una misma misión; el gozo de sentirnos acompañados por un Dios que, en la persona del Hijo, nuestro hermano, se hace peregrino con nosotros por los caminos del mundo para llevar la buena noticia de las bienaventuranzas a los pobres, a los perseguidos, a los que lloran, a los hambrientos y sedientos; el gozo de sentirnos acogidos como hermanos y compañeros de camino por las gentes de nuestros pueblos; el gozo de sentirnos mirados y protegidos por tu mirada materna en medio de tantas dificultades propias de la vida.
Madre: como tú, cuando te sentiste mirada y agraciada por el Señor, queremos hacer de nuestra vida un magníficat constante al altísimo, omnipotente y buen Señor. Enséñanos a ser agradecidos, y que, como el Padre san Francisco, podamos cantar con el corazón rebosante de gozo: por todo lo bueno y bello que hay en nuestras vidas: ¡Loado seas mi Señor!

Giardini Vaticani
Virgen morenita, Madre de los pobres: Tú conoces también nuestras preocupaciones. No se te oculta, ¡oh Reina y Madre de misericordia!, la mediocridad que acecha a nuestras vidas, como león rugiente que busca devorarnos; el individualismo que nos cierra al compartir todo lo bueno que el Gran Limosnero Dios nos ha regalado, y a la solidaridad con los que sufren; el activismo que nos vacía por dentro y que a menudo se
torna frustración; la pobreza de nuestras relaciones fraternas, a veces más virtuales que reales, minadas por conflictos no resueltos o por intereses partidistas; el cansancio y la resignación que nos impiden vivir el presente con pasión; la larga noche oscura de la soledad que en ocasiones nos dificulta vislumbrar un futuro de esperanza; la pequeñez de nuestra fe, que nos imposibilita a una lectura en clave teológica de nuestra realidad individual e institucional: la falta de perseverancia en nuestras opciones de vida, y que, en no pocas ocasiones, se manifiesta en los abandonos; la falta de lucidez para ver lo que el Espíritu nos pide en estos momentos y lo que le es contrario; la cobardía a la hora de asumir el riesgo como esencia de nuestra condición de mendicantes de sentido, y de una fidelidad que quiera ser creativa. Tú, casa, tabernáculo y palacio del Dios de lo imposible, enséñanos a caminar con el Señor como único y seguro compañero, y con los hermanos que él nos ha regalado como permanentes buscadores de Aquel que por la fe sabemos se deja encontrar por quien lo busca asiduamente.

Señora de Guadalupe, surco siempre abierto y rosa sin espinas: acoge las esperanzas que con filial confianza te presentamos. Deseamos y pedimos una vida franciscana más evangélica y más fraterna, más de Dios y más para los demás, bien seguros que en ello está nuestra significatividad evangélica en el mundo; deseamos y pedimos que arda nuestro corazón de pasión por Jesús, pues solo así arderá de pasión auténtica por la humanidad: deseamos y pedimos ser hombres verdaderamente libres porque viven sin nada propio; deseamos y pedimos seguir siendo los frailes del pueblo, portadores, con el testimonio de nuestras vidas y con nuestras palabras, el don del Evangelio a toda humana criatura.

Giardini Vaticani
Flor de las flores, Rio de luz: Desde el reconocimiento de nuestra fragilidad queremos y pedimos ser profetas de esperanza, centinelas del mañana, corneta en la muralla, candil en la noche de nuestros pueblos. Conscientes de que somos lo que miramos, queremos tener los ojos fijos en Jesús, para seguirlo más de cerca, y, siguiendo el ejemplo de Francisco, hacer presente en la Iglesia la vida evangélica de un modo audaz y tangible, viviendo la radicalidad evangélica que marcan las bienaventuranzas. Madre de
Guadalupe, Señora del Tepeyac: Sabedores de llevar nuestra vocación en vasijas de barro, mientras te pedimos que nos alcances del Señor el don de nuevas vocaciones, te pedimos y te suplicamos: Alcánzanos de aquel que tomó carne en tus entrañas virginales el don de la fidelidad a nuestra vocación de Hermanos Menores, de tal modo que podamos llevar a término lo que bien hemos comenzado.

Madre del Verbo del Eterno Padre: Acompáñanos siempre y en todo momento, y aunque nuestro amor te olvidare tú no te olvides de cuantos acudimos a ti con renovada confianza en tu maternal protección. Y ahora y en la hora de nuestra muerte ruega al Señor por nosotros. Fiat, fiat. Amén, amén.

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