SALUDO A LA VIRGEN DE GUADALUPE
(Basílica de Guadalupe, México 9 de junio 2012)
Fr. José Rodríguez
Carballo, ofm
Ministro general, OFM
Señora del Tepeyac, Virgen de Guadalupe: ¡Henos aquí ante tu sagrada
tilma!. Somos un grupo de Hermanos Menores provenientes de los cinco
continentes, llegados a México para celebrar el IV Capítulo de las Esteras under
ten. Ahora, antes de regresar a nuestros lugares de proveniencia sentimos la
necesidad de venir a saludarte y a presentarte nuestros gozos, preocupaciones y
esperanzas.
Patrona de México y de las Américas: Tú conoces, ¡oh Virgen hecha
Iglesia!, nuestros gozos y alegrías: el gozo de sentirnos amados por un Dios
que aún antes de ser concebidos ya nos ha pensado, amado y llamado a la vida;
el gozo de sentirnos cortejados por un Dios que puso en nosotros su
complacencia y nos llamó a formar parte de la gran familia de los Hermanos
Menores; el gozo de sentirnos besados por un Dios
que, en la persona
del Hijo, ha besado a la humanidad; el gozo de compartir con los hermanos de la
fraternidad local, provincial y universal una misma vocación y una misma
misión; el gozo de sentirnos acompañados por un Dios que, en la persona del Hijo,
nuestro hermano, se hace peregrino con nosotros por los caminos del mundo para llevar
la buena noticia de las bienaventuranzas a los pobres, a los perseguidos, a los
que lloran, a los hambrientos y sedientos; el gozo de sentirnos acogidos como
hermanos y compañeros de camino por las gentes de nuestros pueblos; el gozo de
sentirnos mirados y protegidos por tu mirada materna en medio de tantas
dificultades propias de la vida.
Madre: como tú,
cuando te sentiste mirada y agraciada por el Señor, queremos hacer de nuestra
vida un magníficat constante al altísimo, omnipotente y buen Señor. Enséñanos a
ser agradecidos, y que, como el Padre san Francisco, podamos cantar con el
corazón rebosante de gozo: por todo lo bueno y bello que hay en nuestras vidas:
¡Loado seas mi Señor!
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torna frustración;
la pobreza de nuestras relaciones fraternas, a veces más virtuales que reales,
minadas por conflictos no resueltos o por intereses partidistas; el cansancio y
la resignación que nos impiden vivir el presente con pasión; la larga noche
oscura de la soledad que en ocasiones nos dificulta vislumbrar un futuro de
esperanza; la pequeñez de nuestra fe, que nos imposibilita a una lectura en
clave teológica de nuestra realidad individual e institucional: la falta de
perseverancia en nuestras opciones de vida, y que, en no pocas ocasiones, se
manifiesta en los abandonos; la falta de lucidez para ver lo que el Espíritu
nos pide en estos momentos y lo que le es contrario; la cobardía a la hora de asumir
el riesgo como esencia de nuestra condición de mendicantes de sentido, y de una
fidelidad que quiera ser creativa. Tú, casa, tabernáculo y palacio del Dios de
lo imposible, enséñanos a caminar con el Señor como único y seguro compañero, y
con los hermanos que él nos ha regalado como permanentes buscadores de Aquel
que por la fe sabemos se deja encontrar por quien lo busca asiduamente.
Señora de Guadalupe, surco siempre abierto y
rosa sin espinas:
acoge las esperanzas que con filial confianza te presentamos. Deseamos y
pedimos una vida franciscana más evangélica y más fraterna, más de Dios y más
para los demás, bien seguros que en ello está nuestra significatividad
evangélica en el mundo; deseamos y pedimos que arda nuestro corazón de pasión
por Jesús, pues solo así arderá de pasión auténtica por la humanidad: deseamos
y pedimos ser hombres verdaderamente libres porque viven sin nada propio;
deseamos y pedimos seguir siendo los frailes del pueblo, portadores, con el testimonio
de nuestras vidas y con nuestras palabras, el don del Evangelio a toda humana
criatura.
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Guadalupe, Señora
del Tepeyac: Sabedores de llevar nuestra vocación en vasijas de barro, mientras
te pedimos que nos alcances del Señor el don de nuevas vocaciones, te pedimos y
te suplicamos: Alcánzanos de aquel que tomó carne en tus entrañas virginales el
don de la fidelidad a nuestra vocación de Hermanos Menores, de tal modo que podamos
llevar a término lo que bien hemos comenzado.
Madre del Verbo del Eterno Padre: Acompáñanos siempre y en todo
momento, y aunque nuestro amor te olvidare tú no te olvides de cuantos acudimos
a ti con renovada confianza en tu maternal protección. Y ahora y en la hora de
nuestra muerte ruega al Señor por nosotros. Fiat, fiat. Amén, amén.
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