CELEBRAD Y CONFESAD VUESTRA FE
Carta del Ministro general, OFM,
a todas las Hermanas de la Orden
de la Inmaculada Concepción de Santa Beatriz de Silva
“Seducida por el amor eterno de Dios, vive el misterio de
Cristo desde la fe” (CCGG 4)
Queridas Hermanas
Concepcionistas: ¡El Señor os dé la paz!”.
Al
acercarme a vosotras este año en la fiesta de Santa Beatriz de Silva quiero
unirme a las palabras del papa Benedicto XVI, que anunciando la convocatoria
del Año de la fe nos recuerda “la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más
clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” (PdF 2). Redescubrir
y alimentar nuestra fe, confesarla y celebrarla, reanimarla y testimoniarla,
con el anhelo de que vuestra relación con el Señor Jesucristo sea cada vez mas
fuerte y viva (cf. PdF 15).
De
vuestra madre Santa Beatriz
aprendéis esencialmente a vivir abrazadas y desposadas con Jesucristo, unidas a
María Inmaculada en su consagración radical a Dios mediante la fe y el amor
(cf. CCGG 25). Santa Beatriz fue mujer de fe, oyente dócil a las llamadas del
Espíritu, abandonada amorosamente a la voluntad de Dios. Ella se mantuvo “a
disposición de Cristo y de María en un acto de obediencia fielmente mantenido
de por vida” (CCGG 32). Ella pertenece a ese grupo de hombres y mujeres que
“por la fe… han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la
sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad” (PdF 13).
Al
hablar de la fe, vuestra mirada se vuelve a nuestra Madre María Inmaculada, “modelo destacadísimo en la fe y en la caridad”
(CCGG 31). En la contemplación y veneración del misterio de su Inmaculada
Concepción profesáis y celebráis la fe en la Santísima Trinidad – Padre, Hijo y
Espíritu Santo – y creéis en un solo Dios, que se reveló como Amor cuando el
Padre en la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo para nuestra salvación,
quien por obra del Espíritu Santo se encarnó en el seno de la Virgen María,
Tabernáculo puro e inmaculado (cf. PdF 1). María Inmaculada es así una
confesión y celebración continua del misterio y de la actuación salvífica de la
Santísima Trinidad. Por su fe, María, creyendo el anuncio del Ángel, acoge el
amor infinito de Dios, responde a él con su Fiat, y colabora en la obra de Dios
convirtiéndose en cauce de salvación para el género humano. Por su fe, María es
la discípula y seguidora perfecta del Señor, estando a su lado junto a la cruz
y participando de la vida nueva de su Resurrección (cf. PdF 13; CCGG 10). Ella
acompaña y ayuda ahora vuestra fe, y viviendo sus actitudes queréis también vosotras
recorrer el camino de la fe, que es el camino del seguimiento de Cristo (cf.
CCGG 9).
Con
María Inmaculada, y como Santa Beatriz, confesad, celebrad y testimoniad
vuestra fe en Jesucristo, el Hijo de
Dios. Habéis sido llamadas a ser desposadas con Jesucristo nuestro Redentor;
llamadas a ser introducidas por el Espíritu en una vinculación tan densa que os
haga un solo espíritu con Cristo Esposo (cf. R 30). El Papa nos invita a que durante este tiempo
tengamos la mirada fija en Jesucristo “que inició y completa nuestra fe” (Hb
12,2). Desde el misterio de la Inmaculada Concepción de María vuestra vocación es
contemplar continuamente al Señor Jesucristo, que en su Encarnación toma en el
seno de María la carne de nuestra humanidad, compartiendo “con nosotros la
debilidad humana para transformarla con el poder su resurrección” (PdF 13). Tened
la mirada fija en Jesucristo nuestro Redentor, que por nuestra salvación se
hizo pobre y humilde, el siervo de todos, amándonos hasta el extremo y dando la
vida para compartir con nosotros la plenitud de su Resurrección. Vuestra
vocación de desposorios con Jesucristo Redentor os inserta, pues, en la
celebración del misterio Pascual, misterio de amor y de alianza eterna. Una
vida así solo es posible en la fe, diariamente profesada, celebrada y renovada.
Seducidas por el amor eterno de Dios, vuestra Orden de la Inmaculada y cada una
de vosotras “vive el misterio de Cristo desde la fe” (CCGG 4). Confesad,
celebrad y testimoniad vuestra fe en Jesucristo en la celebración litúrgica, en
la vida de oración, en el seguimiento fiel de sus huellas. Hechas un solo
espíritu con Cristo, uníos a Él en su adoración y alabanza al Padre, en su
acción de gracias y en su oración de petición. Hechas un solo espíritu con
Cristo, seguidle en su obediencia a Dios Padre, seguidle e imitadle en su
humildad y pobreza, uníos a Él en su servicio amoroso (cf. R 8.15; CCGG 30), y
así irá fortaleciéndose vuestra fe y toda vuestra vida será una confesión, celebración
y testimonio de que Jesucristo es el Señor.
Con
María Inmaculada, y como Santa Beatriz, confesad, celebrad y testimoniad
vuestra fe en el Espíritu Santo. Vuestra
vida comienza con la “inspiración y la llamada de Dios”. Comienza con la fuerza
del Espíritu, que alienta y da vida. El Espíritu, que se posó sobre María Inmaculada
para que engendrara al Hijo de Dios, sigue actuando en vuestra vida, para que en
vosotras y a través vuestro se prolongue la acción de Dios en la historia de
salvación y en la Iglesia (cf. CCGG 10-11). Creer en el Espíritu Santo es
dejarse actuar y conducir por Él, dentro del carisma que Él ha suscitado en
vuestros corazones, “manteniendo viva la lámpara que el Espíritu encendió en
Santa Beatriz” (CCGG 7). Por ello, vuestra Regla con una expresión hondamente
franciscana recuerda que las “Hermanas..., sobre todas las cosas, deben desear
tener el espíritu del Señor” (R 30). Si por la escucha al Espíritu, Santa
Beatriz “se puso a disposición de Cristo y de María” y de este acto de
obediencia y fidelidad nació la Orden de la Inmaculada Concepción, vuestro gran
deseo será también vivir atentas y dóciles al Espíritu, que os unirá a Cristo y
a María, y os hará vivir como verdaderas Concepcionistas. Regeneradas y
vivificadas por el Espíritu podréis también llevar espiritualmente en vuestro
corazón y en vuestro cuerpo al Señor Jesucristo y darlo a luz por las obras
santas (cf. 2CtaF 48-53). Vivid, queridas hermanas, confiadas en la acción salvadora
del Espíritu. Que sea Él quien con su santa operación guíe vuestra vida de
oración y contemplación, y viniendo en vuestra ayuda os haga clamar: ¡Abba,
Padre! (cf. CCGG 70,2).
Con
María Inmaculada, y como Santa Beatriz, alimentad vuestra fe con la Palabra. El Papa nos recuerda que el
umbral de la “puerta de la fe” se cruza “cuando la Palabra de Dios se anuncia y
el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma” (PdF 1). María es
llamada “bienaventurada porque ha creído”, porque ha acogido la palabra del
Ángel y creído su anuncio (cf. PdF 13.15). Escuchar, acoger y conservar la
Palabra de Dios os concederá vivir habitadas por el Señor Jesucristo, que es la
Palabra Viva. María conservando y meditando en su corazón la Palabra de Dios
“guardaba fielmente en su corazón el misterio de su Hijo” (CCGG 77,1). Vuestras
Constituciones os invitan a la lectura y meditación diaria del Evangelio y de
las Sagradas Escrituras (cf. CCGG 77,1). Mediante una lectura orante de la
Palabra el Espíritu actuará en vuestro corazón. Acogiendo la Palabra de Dios, el
Espíritu hará vivo en vosotras a Quien la pronuncia y a Quien en ella se os
entrega. Con la lectura orante de la Palabra descubriréis que el Señor tiene palabras
de Vida eterna y aprenderéis a vivir confiando en Él.
Con
María Inmaculada, y como Santa Beatriz, celebrad y alimentad vuestra fe con la oración y la contemplación. Por la
santa operación del Espíritu del Señor vuestra vida es íntegramente
contemplativa, y vosotras abrís vuestro corazón a la escucha de la Palabra y a
la celebración de la fe. La oración celebra y sostiene nuestra
fe. Como recuerdan vuestras Constituciones Generales, “En compañía de María, la
Madre de Jesús, las concepcionistas permanecen en un mismo espíritu de oración,
conscientes de que esto es lo único necesario” (CCGG 71,1). Y conscientes
también de que “sólo por la oración incesante pueden conocer a Dios como a su
único Esposo” (CCGG 71,2). Gracias a la oración podréis edificar con seguridad
sobre roca: orando sin desfallecer vuestra fe será fuerte para superar
cualquier dificultad (cf. CCGG 73,1). Permaneced, pues, fieles en la oración devota mediante la que vuestro
corazón se orienta hacia Dios, apoyándose y descansando en Él. Celebrad y
alimentad vuestra fe de manera especial en la celebración de la eucaristía,
pues ella “realiza de un modo especial la comunión con Dios en Cristo” (CCGG
75) y os configura con Cristo Esposo y Redentor.
Con
María Inmaculada, y como Santa Beatriz, vivid vuestra fe en comunión de amor. Confesamos,
celebramos y testimoniamos la fe como Iglesia. La fe es un acto personal, pero
al mismo tiempo vivido en comunión con los hermanos y las hermanas (cf. PdF
10). Queremos vivir la fe en el seno de la comunidad cristiana, unidos a la fe
de la Iglesia y de María. Necesitamos ayudarnos en la fe, compartir nuestra fe.
Por ello, que vuestras comunidades sean comunidades creyentes, donde juntas
confesáis y celebráis vuestra fe; que en vuestras comunidades reine el amor fruto
de la fe en la Santísima Trinidad, Dios Amor y Comunión. La celebración de la
fe se hace creíble cuando está acompañada por la celebración del amor. Trabajad
para que vuestras comunidades sean lugares de acogida, de amor, de perdón, de
ternura y de misericordia, donde se celebre en verdad la fe en el Padre, en el
Hijo y en el Espíritu Santo. Si lo hacéis así, no dudéis que vuestras
comunidades se convertirán en testimonios vivos de fe. Ayudaos comunitariamente,
también, a profundizar en el conocimiento y comprensión cada vez más vivos de
los contenidos de nuestra fe. María, que estuvo presente en el comienzo de la
vida de fe de la comunidad cristiana, continúe alentando vuestra fe y vuestro
amor.
……………
Queridas
Hermanas Concepcionistas: la fe es la base de una espiritualidad dinámica y en
tensión que nos hace hijos de la tierra e hijos de cielo, místicos y profetas a
la vez. Sin la fe es imposible una experiencia fuerte de Cristo, como pide
nuestra vida y particularmente la de aquellas, como vosotras, que habéis
escogido vivir enteramente para Dios. Que el año de la fe nos lleve a adherimos
más a Cristo, a poner nuestro corazón constantemente en él y a transformarnos
en él, de tal modo que, con nuestra vida y nuestras palabras, podamos ser sus
discípulos y misioneros.
¡Feliz
fiesta de Santa Beatriz!
Os
acompañe en este camino mi bendición y mi abrazo fraterno. Vuestro hermano y
siervo
Fr.
José Rodríguez Carballo, ofm
Ministro
general, OFM
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